Queridos feligreses de San Martín,
La enseñanza de Jesús en los evangelios es un desafío: ama a tus enemigos y reza por los que te persiguen; es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que que un rico entre en el reino de Dios; Si alguien te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto. La lista sigue y sigue. Alguien que se encuentre con sus mandamientos por primera vez podría concluir que simplemente está más allá de nuestra capacidad humana seguirlos. ¡Ese es exactamente el punto! Lo que Jesús nos ordena ser y hacer está simplemente más allá de nuestras limitadas capacidades humanas. No podemos amar tan pura y perfectamente confiando en nuestras propias fuerzas. ¿Qué esperanza tenemos entonces?
Necesitamos una fuerza sobrenatural y una fuente divina de amor si queremos ser sus discípulos. En el evangelio de este domingo, Jesús declara: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como el Padre viviente me envió, y yo tengo vida por el Padre, así también el que se alimenta de mí, tendrá vida por mí”. El sacramento de la Eucaristía, por el cual el cristiano bautizado recibe el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, es precisamente la fuerza espiritual que necesitamos para vivir la vida cristiana. Al principio, su enseñanza parece absurda o escandalosa; los judíos responden: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” La respuesta es que necesitamos absolutamente su carne y su sangre si realmente queremos vivir y amar como Dios ama. Puede que no tengamos el lenguaje teológico para describirlo, pero el seguidor comprometido de Jesús reconoce: “Lo necesito”. La Eucaristía no es una adición maravillosa a la vida cristiana, sino el pan de cada día que hace posible la vida cristiana. Sí, la enseñanza de Jesús es exaltada y no para los mediocres: “Estrecha es la puerta y duro el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la encuentran”. Sin embargo, nos ha dado una fuerza infinita, nos ha dado Su corazón mismo en la Eucaristía. Nada nos falta para llegar a ser santos; más bien, la Eucaristía nos proporciona todo lo que necesitamos, e infinitamente más, para entrar en el Reino de los cielos.
Esta semana, Sor Yelitza Ayala Gilot llegó a San Martín como el miembro más nueva de nuestra familia parroquial. ¡Bienvenida Sor Yelitza y cuente con nuestras oraciones al comenzar su ministerio en San Martín! Que el corazón Eucarístico de Jesús sea su fuerza para entregarse generosamente al pueblo.
En Cristo,
P. David
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